En todo el país, miles de chicas y chicos jóvenes están a punto de graduarse de la escuela secundaria y emprender su próximo viaje como estudiantes de primer año en las universidades. Sin dudas, este es un momento de alegría y auto-reflexión. En lo personal, me veo en cada uno de ellos, mientras recuerdo la época en la que atravesé esa misma experiencia. En este momento me encuentro en una etapa muy diferente y sé muchas cosas que desconocía en ese entonces. Cuando me siento y dejo vagar mi mente, imagino un encuentro mágico entre la persona que soy hoy y la que era en ese momento.
Actualmente paso la mayor parte de mi vida en los aviones. Viajo por el mundo compartiendo la sabiduría de Ho’oponopono, un arte ancestral hawaiano que guía a las personas para que resuelvan sus problemas de una forma fácil. Conocerlo cambió mi propia visión del mundo. Ahora siento que mi misión es despertar a las personas, preferiblemente cuando son jóvenes. Me siento muy agradecida por el modo en que percibo hoy el mundo y recuerdo que lo primero que le dije a mis hijos cuando desperté fue: “Uds. pueden ser felices ahora, no esperen como lo hice yo”. Pero este no fue siempre el caso. Yo era contadora, especializada en impuestos, cuando fui bendecida con mi propio despertar. Me di cuenta de que había buscado la paz y la felicidad en los lugares equivocados y comencé mi búsqueda de algo nuevo. Entonces descubrí lo que yo llamo El camino más fácil.
Cuando era chiquita era muy tímida. Si hablaba por teléfono, mi timidez desaparecía. Pero si tenía que hablar cara a cara con alguien, me retraía y prefería estar sola.
Luego en la escuela secundaria, la situación fue diferente, pero tenía una baja autoestima. Pensaba que un novio y un título universitario serían la respuesta a todo. Creía que esto me convertiría en ‘alguien’ y buscar esas cosas afuera me haría feliz. Estas fueron las creencias erróneas que me guiaron durante la mayor parte de mi vida.
Cuando me imagino un encuentro conmigo misma cuando era más joven sé perfectamente cuál sería el mensaje que le daría, uno que podría cambiar su vida. Le diría que no pierda tiempo, que es perfecta tal como es, que debe quererse y aceptarse y seguir su corazón, incluso si eso la hace distinta a los demás. Insistiría en que confíe en sus instintos, en que no le preste tanta atención a las opiniones de los demás, que busque ser feliz primero y luego, tal vez, decida qué carrera seguir, y sea totalmente consciente de que su bienestar no depende de ningún título o de tener una pareja.
Mi hijo mayor me despertó, cuando me habló como yo solía hablarle a él (enojado). Ese día decidí que tenía que cambiar. Y eso hice. Ahora siento que debo despertar a otras personas del mismo modo en que él lo hizo conmigo. No puedo guardarme lo que sé solo para mí.
Hoy sé lo distinta que podría haber sido mi vida si tan solo hubiera sabido en la época de mi graduación lo que sé ahora. Esa versión más joven de mí misma hubiera sido feliz sin tener que buscar en los lugares equivocados. Esta es la razón por la que disfruto hablar con niños y adolescentes y me siento obligada a hacerlo en mis viajes por el mundo. Cuando era pequeña no había nadie dispuesto a compartir su sabiduría conmigo, pero ahora yo puedo hacerlo y me siento feliz de ayudar a otros. Nunca olvidaré la conversación que tuve con una niña en Serbia. Ella tendría unos 10 años. Me preguntó si era posible hablar con los animales. Le respondí con una pregunta: “¿Puedes hacerlo tú?”. Ella me respondió sin vacilar: “Sí”. Entonces le respondí: “Ves, ya tienes la respuesta, ¿Por qué sientes la necesidad de preguntarme si es posible?”. Luego le dije: “Sé valiente. Tendrás que aceptar que eres diferente. No escuches a los demás. Los otros niños e inclusive los adultos dirán que estás equivocada, pero tú sabes que tienes la razón. Por favor, confía en ti misma y no cambies nunca”.
Hace poco, tuve una experiencia maravillosa hablando a 1500 adolescentes en Puebla, México. No podía creer lo mucho que se involucraron, cómo seguían cada palabra de mi charla y la forma en que pidieron la palabra para hablar sobre sus sentimientos y creencias. Me sentí sorprendida. Pero al mismo tiempo no podría haber estado más feliz. Ellos son nuestra única oportunidad de traer la paz al mundo. Por esa razón me resulta tan importante hablarles directamente. Tienen un tipo de mente distinta. Es más abierta que la nuestra. La paz vendrá de las generaciones más jóvenes y por eso debemos criar niños felices. Dejemos que nuestros niños sean ellos mismos. Si se aceptan y se aman a sí mismos, podrán ser capaces de aceptar y amar a otras personas.
La juventud y la paz van de la mano.
Con amor,
Mabel Katz