Como practicante de toda la vida y autoridad líder en Ho’oponopono, el antiguo arte hawaiano para la resolución de problemas, he dedicado mi vida al apoyo de la paz mundial, junto con la simple idea de que, en el mundo incierto y volátil de hoy, necesitamos traer más conciencia y amor al mundo. La paz ya no es una opción. La supervivencia de nuestro planeta depende de nuestra capacidad para propagar la paz en el mundo.
En búsqueda de esta misión, he viajado por todo el mundo, hablando a grupos pequeños y grandes por igual, jóvenes y personas de mayor edad. He hablado en pequeños centros comunitarios y grandes auditorios. He hablado dentro de las corporaciones, en las escuelas y en las prisiones. He hablado (y seguiré hablando) a cualquiera cuyo corazón esté abierto a la verdad que los libere y les permita descubrir su verdadera Divinidad.
Este mensaje es el núcleo de mi programa Zero Frequency®, que se dedica a ayudar a otros a despertar y darse cuenta de su potencial y quiénes son — felices, pacíficos, abundantes y plenamente conscientes. Zero Frequency es nuestro camino de regreso a nuestra verdadera esencia, nuestro camino hacia la paz.
Entre mis viajes, también he tenido la suerte de hablar frente a senados nacionales y otros organismos gubernamentales influyentes, además pude lanzar mi campaña de mundial por la paz, Paz interior es paz mundial en la Naciones Unidas en Viena. Siempre he tenido un punto débil para las Naciones Unidas, por eso el 24 de octubre me uniré al resto del mundo en la celebración del Día de las Naciones Unidas, un día para conmemorar el aniversario de cuando la organización nació oficialmente en 1948.
Siempre he creído que debemos apoyar y honrar a aquellos que trabajan incansablemente por la paz. Son los valientes visionarios que cambiarán el mundo.
Como la mayoría de la gente sabe, las Naciones Unidas es la organización intergubernamental más grande del mundo, incluidos están 193 países (de 195). Según su declaración de misión, están comprometidos a mantener la paz y la seguridad internacional, desarrollar relaciones amistosas entre las naciones y promover el progreso social, mejores niveles de vida y derechos humanos. Dicho de otro modo, son una organización que está haciendo dos de las preguntas más importantes que podemos hacer hoy — ¿qué clase de futuro queremos y cómo podemos traer más paz al mundo?
Esta es la lección importante para todos nosotros, porque estas no son solo preguntas para las Naciones Unidas. Estas son preguntas que todos debemos hacernos — tú, yo, tus amigos, familia y comunidad. El mundo. Y debemos hacer estas preguntas todos los días, y nunca parar hasta que tengamos las respuestas que buscamos. Como he dicho toda mi vida, la paz comienza conmigo, y contigo. En resumen, podemos honrar a las Naciones Unidas haciendo de su misión nuestra misión. Debemos traer paz a nuestros pequeños rincones del mundo. A nuestros propios corazones.
Por supuesto, hay muchas maneras en que podemos comenzar, y ninguna más potente o efectiva que el amor y la aceptación para todos. Debemos volver a nuestro estado natural de zero, el estado ilimitado que viene cuando vivimos en el ahora — presentes, conscientes, libres de prejuicios — permitiendo que nuestros corazones se abran a la sabiduría, al amor y la paz que ya vive dentro de cada uno de nosotros.
La paz ya está aquí. No necesitamos ir a buscarla. Tenemos que reconocerla y luego empezar a vivirla. Y cuando hacemos esto por nosotros mismos, nos convertimos en pequeñas ondas en un lago, extendiéndose lentamente al resto del mundo. Cada vez que alguien se une a esta misión — añadiendo su propia paz y amor — las ondas se hacen más fuertes y más grandes hasta que pronto las ondas se convierten en olas de paz y amor.
Es la única manera de cambiar el mundo.
Es hora de que abramos nuestro corazón a la sabiduría, el amor y la paz que ya vive dentro nuestro. Es hora de que reconozcamos que todos somos parte de las Naciones Unidas, maestros de nuestro propio viaje hacia la paz y el amor. Y la única manera de unir a todas las naciones es dándonos cuenta de que no somos una sola cosa. Somos muchas cosas. Podemos estar separados por océanos y montañas, lenguaje e ideologías, pero estamos unidos por nuestra conexión atemporal con el Universo, con lo Divino. Estamos conectados por el amor.
Y en el momento en que reconozcamos y vivamos de esta verdad, habremos comenzado el largo viaje de regreso a la paz. Hacia nosotros mismos. Todo lo que tenemos que hacer es dar el primer paso.
Empecemos hoy.